Las deidades más virtuosas de las pistas de baile no precisan de hordas de popularidad. Sus revoluciones emanan de sus espíritus insurrectos.
El 15 de octubre del 2007, Róisín Murphy concibió ‘Overpowered’, la piedra angular del pop electrónico del siglo XXI.
Abro hilo.
Tan solo tres años después de haberse embarcado en su trayectoria en solitario -a raíz de la disolución de Moloko-, Roísín Murphy ingenió para su segundo álbum de estudio una bifurcación en clave electropop de sus eclécticas predisposiciones artísticas.
En ‘Overpowered’ coexisten una inclinación genuina hacia la pista de baile y una pretensión explícita de diluir la vacua estereotipia predominante en el género dance.
Así, la intercalación entre Róisín Murphy y el pop es accidental, no deliberada.
‘Overpowered’ acarrea una catarsis frente a los cíclicos vicios del pop europeo: esboza un oasis electrónico que pasa por la resurrección del género disco, hace acopio de ciertas influencias house y, de su mano, engendra desde sus adentros una retahíla pop sin precedentes.
Priman formas compositivas espléndidas, y una secuencia de once cortes en los que la mediocridad y la inconsistencia brillan por su ausencia. Además, entre sus múltiples inclusiones adicionales y caras B, destaca una exquisita ‘Parallel Lives’.
Incluso cuando su sucesión de composiciones desprovee al oyente de su elocuencia precipitada de BPM, las cuerdas propias de Prince, sus etéreos teclados y su espléndida maniobra de sintetizador -a la vanguardia de todo referente de electropop- hacen las delicias de su desarrollo.
Róisín Murphy, con su segundo elepé, no solo originó su obra maestra -categoría en la que rivaliza con ‘Róisín Machine’-, sino que confeccionó una colección sobresaliente para los anales del pop electrónico, tan rabiosamente vigente como ejemplar.
‘Overpowered’ desembocó en uno de los despliegues estéticos más sobresalientes de la historia del pop, y alineó su excéntrica imagen artística con nociones visionarias sobre moda, futurismo electrónico y una remodelación de la concepción de estrella.
En plena antesala de una nueva cumbre del vídeo musical y, como forma de anticipación al gusto por lo estrafalario en la cultura popular de sus años venideros, Róisín Murphy devino la exponente primogénita de la extravagancia pop que moldeó con firmeza la década de los años 2010.
Quince años después, la existencia de alguna producción de pop electrónico que pueda equipararse a ‘Overpowered’ es más que improbable. Su reivindicación, simultáneamente, permite contextualizar a Róisín Murphy como una pionera incontestable bajo los estratos del pop de masas.